lunes, 4 de noviembre de 2013

Un beso a la naturaleza, escrito sobre mi obra por Joan Lluís Montané De la Asociación Internacional de Críticos de Arte .



Un beso a la naturaleza

 

"Elena Balena"

Gouage-Rotring

70 x 50,5 cm


Un beso a la naturaleza, volver a empezar; otro beso, pájaros que cantan; otro beso, árboles que danzan al compás del viento.

Besos frugales, otros intensos, los hay que duran una eternidad. Elena Llongueras, chica andorrana, residente en el país de las hadas, parece indagar en el corazón de cupido cuando observa la naturaleza.
Todo es beso para ella. Un pájaro vuela, resalta las ramas de un frondoso árbol con su profundo canto, es un beso al mundo vegetal.
Río que corre, agua que fluye, pez, Elena Balena, beso de yodo para la transparente agua del mar. Besos y más besos, conjunto de besos que se suceden unos a otros en círculos interminables.
Vacas que pacen en los montes de Andorra, besos en la hierba, besos a la vaca, besos a la leche, vacas, besos, verdes prados, praderas inmensas, altas montañas, nieves perennes que ya no lo son tanto.
La obra de la creadora andorrana, afincada en Tiana (Barcelona), está continuamente besando al mundo natural porque todo forma parte del conjunto de besos que avanza cual torrente desbordando lo que encuentra a su paso, semejándose a un río que discurre con fuerza entre los árboles frondosos de un bosque inmenso.
Praderas, vacas, peces, hierba, flores y más flores, árboles, bosques, montañas, pájaros, insectos, mariposas, el mundo de la naturaleza y los besos son parte de la intensidad de quien ama lo natural.
El beso, cariño e intensidad amorosa. Un beso que te arroba, que te hace subir la cumbre de la montaña, para, desde lo alto, otear el horizonte e ir más allá de los límites conocidos.
Su creación es una loa continua a la naturaleza de hoy y de siempre, mostrando en sus paisajes el poder del no tiempo, la fortaleza de la visión de quienes avanzan hacia la próxima evidencia de lo natural, interesándose por los prolegómenos y las caricias del viento.
Su composición parece sacada de un cuento de hadas, producto de lo singular específico, surgido de una actitud fundada en ser como el beso, intensidad pura, corazón ardiente, alma transparente que se abre al mundo, permitiéndose todas las licencias que el buen espíritu le concede.
Besos, capazos de besos, que dan la vuelta al mundo, volando a través de los rayos del sol cósmico, de la lámina de agua, reflejándose en todos los jardines del universo.
El beso es la naturaleza en su estado más puro, porque suponen concentración energética, pasión, fuerza, intensidad y fuego.
También el beso es agua, lengua y beso, círculos, semicírculos, unión de contrarios, para ser como las gotas del rocío que impregnan el jardín por la mañana.
Beso, como el aire, abriendo la boca, mostrando los labios, mientras los pájaros cantan la melodía de los sauces.
Besos, que son materia, es decir tierra, labio contra labio, besos que ascienden y descienden, constituyendo la  expresión de una actitud  que va más allá de los límites de lo imaginado. Porque el beso es naturaleza, es decir pasión, cariño, amor, descontrol, control, armonía y desarmonía.
El beso es como la canción del otoño, la fuerza del lince, la visión del águila, la evidencia del zorro, la inteligencia del lobo, la idiosincrasia del gato y la seguridad del perro.
El beso es naturaleza, el beso son los paisajes ingenuos de Elena Llongueras que viajan a través de una gran diversidad de composiciones multicolores donde predomina el vuelo del alma.

Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte